Académico que acuñó la expresión “paradoja de Minnesota”: “Muchos blancos no quieren que las minorías raciales vivan en sus vecindarios”

(Foto: AFP) Imagen de George Floyd, el exguardia afroamericano muerto a manos de la policía en Minneapolis.

Samuel L. Myers Jr., director del Centro Roy Wilkins de Relaciones Humanas y Justicia Social de la Universidad de Minnesota, dice a La Tercera que en ese estado “la gente no ve ni puede ver el color y, por lo tanto, no puede remediar las persistentes disparidades raciales”


Los manifestantes que inundan las calles de Estados Unidos denuncian que la muerte del exguardia afroamericano George Floyd a manos de la policía en Minneapolis, la ciudad más poblada de Minnesota, es un acto de brutalidad policial que pone en evidencia la discriminación racial en una urbe que, al compararla con otras metrópolis del país, tiene un mejor estándar de vida.

Para graficarlo, destaca la BBC, Minnesota ocupó en 2018 el segundo lugar en la lista de los “mejores estados para vivir”, mientras que ese mismo año estuvo entre los últimos lugares del ranking que mide la brecha racial en cuanto a nivel de empleo y de ingresos.

Eso es lo que se conoce como la "paradoja de Minnesota": un lugar que en la superficie parece próspero y tranquilo, pero que esconde profundas diferencias raciales. Se trata de una expresión acuñada por el académico y director del Centro Roy Wilkins de Relaciones Humanas y Justicia Social de la Universidad de Minnesota, Samuel L. Myers Jr., que pone de manifiesto que estas brechas raciales no solamente están presentes en los niveles de ingreso y empleo, sino también en otros ámbitos como las tasas de encarcelación y los resultados educacionales.

Un manifestante muestra una camiseta con una foto de George Floyd durante una protesta por su muerte realizada en el centro de Los Ángeles el miércoles. Foto AP / Ringo H.W. Chiu.

Por ejemplo, antes de los despidos masivos causados por la pandemia de coronavirus, el 10% de los residentes afroamericanos de las Ciudades Gemelas, como se conoce a Minneapolis y St. Paul, estaba desempleado en comparación con el 4% de los blancos. Respecto a los ingresos, en 2016 el hogar blanco promedio ganaba alrededor de US$ 76.000 al año, mientras que el hogar negro, solo US$ 32.000. Y, según los datos del Departamento de Policía de Minneapolis, en 2018 el 55% de los conductores detenidos por “violaciones de tránsito” era afroamericano.

Myers, especialista en los impactos de las políticas sociales en los pobres y una autoridad nacional en metodología de estudios de disparidad, insiste en esta entrevista con La Tercera que “el problema que enfrentamos en el estado es lo que he denominado la ‘paradoja de Minnesota’”.

¿Cómo se manifiesta en la práctica la “paradoja de Minnesota”, el término que usted acuñó para referirse a las diferencias raciales en el estado?

Minnesota frecuentemente se ubica entre los mejores lugares de la nación para vivir; nuestras tasas de pobreza son bajas, el nivel educativo es alto. Sin embargo, el análisis demográfico revela una sorprendente disparidad entre los residentes blancos y de color, a veces denominada “La paradoja de Minnesota”. En Minnesota, la brecha de rendimiento entre los estudiantes blancos y de color se encuentra entre las peores de la nación. Esto es válido en todos los parámetros de calidad de vida, incluida la tasa de empleo. Incluso las tasas de ahogamiento negro en Minnesota se encuentran entre las más altas de la nación, a pesar del hecho de que la natación es uno de los mejores deportes de secundaria en el estado. Entonces, ¿cómo es que las cosas son tan buenas en general en Minnesota, pero tan malas para los negros, los indios americanos y, en algunos casos, los hispanos y los asiáticos del sudeste?

Samuel L. Myers Jr., director del Centro Roy Wilkins de Relaciones Humanas y Justicia Social de la Universidad de Minnesota.

¿Y cuál es la explicación para la existencia de estas brechas tan profundas?

Para responder a su pregunta sobre por qué parece tan difícil remediar el problema de las disparidades raciales en Minnesota, hay que tener en cuenta las creencias y actitudes de los propios habitantes de Minnesota. Existe un profundo apego al igualitarismo: la noción de que todos somos iguales y no debemos ser tratados de manera diferente. Este noble sentimiento impide que los encargados de formular políticas promulguen remedios dirigidos a miembros de grupos de minorías raciales para obtener beneficios especializados. El optimismo inherente aquí ha sido "si no hablamos de raza, entonces no puede haber racismo". A diferencia del Sur, donde los blancos abrazan y reconocen alegremente el racismo, en Minnesota la gente no ve ni puede ver el color y, por lo tanto, no puede remediar las persistentes disparidades raciales.

Usted mencionó la brecha en el rendimiento educacional. ¿Qué se ha hecho para solucionar la segregación en ese ámbito?

Una ilustración tiene que ver con las disparidades raciales en los resultados educativos. Las principales voces públicas sostienen que las diferencias raciales en la escolaridad se deben a concentraciones de pobreza y no a la raza. La solución política propuesta es trasladar a los pobres a barrios integrados. Esta solución ignora el hecho de que muchos blancos no quieren que las minorías raciales vivan en sus vecindarios mientras dicen "pero no soy racista".

A su juicio, entonces, el problema en Minnesota pasa primero por reconocer la existencia del racismo.

En resumen, el problema de la desigualdad racial en Minnesota está profundamente arraigado en la incapacidad o falta de voluntad de los blancos en Minnesota para ver la raza.

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