Walter Scheidel, historiador de la Universidad de Stanford: “A corto plazo, es probable que la pandemia aumente la desigualdad”

El autor de El gran nivelador dice a La Tercera que la miseria y el descontento podrían llegar a niveles tales que las decisiones políticas más radicales “se vuelvan incluso inevitables”.


En una columna publicada en abril en The New York Times, titulada “Por qué los ricos temen a las pandemias”, el historiador austríaco Walter Scheidel señaló que el nuevo coronavirus, como otras plagas anteriores a ésta, podría cambiar el equilibrio entre ricos y pobres. Así, el profesor de la prestigiosa Universidad de Stanford revisita la polémica tesis de su libro de 2017 El gran nivelador: violencia e historia de la desigualdad desde la Edad de Piedra hasta el siglo XXI, hoy convertido en best seller.

Y es que Scheidel postula que el estudio de las tendencias de largo plazo en la historia prueba que la desigualdad solo se arregla con hechos violentos. En su libro, apunta específicamente a “Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis” que reducen este fenómeno: el colapso de grandes Estados, como la caída del Imperio Romano; las revoluciones transformadoras, como la rusa o la china en el siglo XX; las guerras que implican una movilización masiva, como la Primera y la Segunda Mundial, o las plagas catastróficas, como la peste negra en la Europa medieval. En este contexto, ¿sería la pandemia de Covid-19 una fuerza niveladora? Para Scheidel, no tiene esa dimensión. Por el contrario, a menos que la actual crisis económica provoque una profunda perturbación, el coronavirus podría hacer que el mundo sea aún más desigual, señala el historiador en esta entrevista con La Tercera.

-¿Esta pandemia puede convertirse en un “gran nivelador” para la sociedad?

-La actual pandemia es diferente, porque incluso en el peor de los escenarios, la pandemia de coronavirus matará a una proporción mucho menor de la población respecto de las grandes epidemias del pasado. Como resultado, no habrá escasez de mano de obra y los salarios de los trabajadores comunes no aumentarán. Solo por esta razón, no se convertirá en un nivelador verdaderamente excelente. E incluso si la mortalidad fuera mucho mayor, como podría ser en una futura epidemia, la inteligencia artificial y la automatización podrían absorber parte de la escasez de mano de obra resultante y mantener bajo el valor del trabajo humano. Sin embargo, la crisis también tiene el potencial de aumentar la presión política a favor de un cambio más progresivo. Si la flexibilización cuantitativa logra mantener a flote las economías y los avances médicos nos permiten contener el virus, podemos presenciar el regreso a alguna versión de los negocios como de costumbre, con todas las desigualdades arraigadas que esto conlleva. Pero si la crisis resulta ser más prolongada, si conduce a una depresión global o si las vacunas se retrasan mucho, la miseria popular y el descontento podrían llegar a niveles tales que las decisiones políticas más radicales se vuelvan más atractivas o incluso inevitables. Esto podría incluir intervenciones tales como nacionalizaciones de industrias privadas, esquemas de ingresos básicos universales y una tributación más alta y progresiva de los ricos. Esto, a su vez, podría reducir la concentración de ingresos y riqueza.

-Según Ben Steverman, de Bloomberg, por ahora, la guía más obvia de lo que viene tras la plaga del Covid-19 no es la peste negra, sino la Gran Recesión. Sin embargo, a raíz de la crisis financiera de 2008, la desigualdad se disparó a alturas no vistas desde principios del siglo pasado. ¿Es probable que este fenómeno aumente después de la pandemia?

-A corto plazo, es probable que la pandemia aumente la desigualdad en lugar de reducirla. Ya estamos viendo brechas cada vez mayores entre los trabajadores en sectores relativamente estables y otros que soportan la peor parte de los confinamientos. El desempleo ahora se distribuye de manera más desigual por ingresos y edad. Los estudiantes que tienen problemas para participar en la instrucción online se quedan atrás respecto de aquellos en hogares más ricos. Y si la Gran Recesión de 2008-2009 es una guía, las inversiones de los ricos pueden recuperarse más rápidamente que los mercados laborales.

-Precisamente, usted ha dicho que “para los ricos, la epidemia no será tan perjudicial”. ¿Qué opina de la reacción de las élites mundiales ante la actual pandemia? ¿Ve una reacción diferente a la esperada?

-Las élites mundiales dependen de una combinación de medidas de alivio cuantitativo y socorro a corto plazo para mantener a flote a las economías, gestionar el desempleo y evitar el descontento y la agitación popular. Las intervenciones que se tomaron durante la Gran Recesión sirven como modelo. Creo que el objetivo a largo plazo de las élites es diseñar una vuelta a alguna versión del statu quo. Estarán preparadas para acomodar ciertas modificaciones, por ejemplo, algunas restricciones limitadas a la globalización para reducir la dependencia de cadenas de suministro frágiles, pero no hay buenas razones para creer que el cambio transformador sea parte de su agenda. Esto no debería ser una sorpresa, pero veremos si funciona.

-Usted escribió: “Aunque algunos comentaristas ya han planteado el espectro de próximos disturbios sociales, el registro histórico habla en contra de tales escenarios, al menos en lo que respecta a los países de altos ingresos”. ¿Por qué cree que eso no ocurrirá?

-No podemos estar seguros de nada que se encuentre en el futuro, pero en la medida en que la historia pueda servir de guía, parece muy poco probable que las sociedades de altos ingresos experimenten violentos disturbios sociales o revoluciones. La riqueza masiva y la alta capacidad del Estado actúan como barreras formidables para tales desarrollos. Pero cuanto más bajo es el PIB, más aumenta el potencial de un trastorno más sustantivo. Está bien establecido que, en los países en desarrollo, una mayor desigualdad aumenta el riesgo de colapso y guerra civil.

-Chile sufrió un estallido social en 2019. Y ahora la pandemia ha agravado aún más la situación de los sectores más pobres. ¿Cómo observa esta situación? ¿Cuál debería ser la reacción del gobierno?

-Tras haber transitado de un nivel superior entre economías de ingresos medios al nivel más bajo de las economías de ingresos altos del mundo, mientras mantenía altos niveles de desigualdad, Chile ocupa una posición algo precaria. Como han demostrado los acontecimientos recientes, no debe subestimarse el potencial de disturbios violentos. Uno esperaría que los responsables políticos tomen los eventos del año pasado como un llamado de atención para asegurarse de manejar la actual crisis de forma que proteja a los elementos más vulnerables de la sociedad de las consecuencias económicas. En términos más generales, no hay una buena razón para creer que la tendencia hacia una menor desigualdad que se observó en muchos países latinoamericanos durante la primera década de este siglo se vaya a reanudar pronto. La crisis del coronavirus hará que esto sea aún menos probable.

-Antes del Covid-19, se observó una tendencia de los países a cerrar sus fronteras, generando temores sobre el futuro del multilateralismo. ¿Está amenazada la globalización?

-Las crisis generalmente actúan como catalizadores, amplificando y acelerando las tendencias existentes. Uno esperaría que esta pandemia tenga un efecto similar. Las críticas y la reacción populista contra la globalización son anteriores a esta crisis y bien pueden volverse más fuertes como resultado de esto. Pero al mismo tiempo, la integración económica global ha estado avanzando durante mucho tiempo y es poco probable que se descarrile por este evento. Esto significa que deberíamos esperar ver compromisos que hagan que la globalización continúe siendo políticamente aceptable para los electores.

-Usted ha reconocido al economista francés Thomas Piketty como una fuente de inspiración. Pero no está de acuerdo con el argumento de su libro más reciente, de que las ideologías son cruciales para determinar el tamaño de la desigualdad. ¿Por qué?

-Estoy de acuerdo en que la ideología desempeña un papel crucial en el mantenimiento y la legitimación de la desigualdad, así como esta puede contribuir a y justificar la reducción de la desigualdad. Pero la desigualdad económica ha sido extremadamente resiliente a lo largo de la historia mundial, y se ha mantenido en una gran variedad de sistemas muy diferentes, desde las sociedades agrarias hasta las economías de servicios posindustriales. Por sí misma, es poco probable que la ideología altere el orden arraigado y supere los intereses plutocráticos. Dicho esto, una crisis como esta tiene el potencial de hacer que ciertas ideas sean más atractivas para más personas. En el presente caso, esto puede aumentar el apoyo a los programas redistributivos, como los esquemas de ingreso básico universal. Pero mucho depende de la gravedad general de la crisis en sí, de si es lo suficientemente disruptiva como para provocar un cambio lo suficientemente grande en actitudes y preferencias.

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